EPÍLOGO “QUIERO ACABAR CONTIGO”
narrado por Felicia
Madrugada tras el cumpleaños de Gata.
En casa de Borja
—¡Borjiiiiiiiii…! —lo llamo en cuando cruzo la verja de metal que da acceso al jardín—. Sé que estás ahiiiiií.
La dominación tiene un punto de miedo que no sé por qué, pero me excita. Y mi Borji, sin saberlo, está jugando a provocarme.
Algunas personas nacemos con un espíritu maligno que anhela salir a pasear de vez en cuando. Otras, necesitan un poco de sufrimiento para poder apreciar el placer. En el fondo, vengo a hacer una obra de caridad. Mi Borji no lo sabe aún, pero él me necesita.
Quizás el bondage va de atarse, pero para algunos, es una liberación.
He pensado mucho —durante años— de dónde nace mi deseo de castigar. Supongo que no ayuda haber sido una niña gordita y que los chicos de clase se metieran conmigo. Si volviera atrás en el tiempo, mi látigo iba a trabajar horas extra con ellos.
Yo no soy la amiga gorda que siempre es la simpática en todas las historias. En mi caso, mi mal carácter es XXL, como mi talla de pantalón. Me he acostumbrado a conseguir todo lo que tengo luchando por ello, porque mi físico no me iba a ayudar.
Supongo que cuando te acostumbras a ser tan dura, no aceptas bien que alguien te someta. A mí un misionero me hace bostezar.
Sin embargo, pensar que muy cerca hay un corderito asustado, probablemente fingiendo que no me escucha, me divierte. Y es el mismo que ha dejado la puerta abierta para que yo pudiera entrar.
Escucho mis tacones avanzando lentamente en el suelo de piedra, como un tic-tac que marca la cuenta atrás para encontrarme con mi Borji. Dos no juegan si uno no quiere, y él ha aceptado entrar en la partida hace unas horas. Bueno, más o menos.
Grupo de Whatsapp
La loba y el corderito
Feli: Me ha dicho Cat que tienes algunas cosas suyas. Sé bueno y ponlas en una caja. Voy a ir a buscarlas.
Borja: ¿No va a venir ella?
Feli: No.
Borja: ¿Y cuándo vas a venir tú?
Feli: Ya estoy yendo.
Borja: ¿Ya?
Feli: No tendrás miedo, ¿no?
Borja: Bueno, es que no estoy en casa.
Feli: ¿Dónde estás? No me mientas. Me podría enfadar mucho. Tú no quieres eso, Borji, créeme.
Borja: Estoy en casa.
Feli: Así me gusta. Nos vamos a entender. Espérame ahí.
Al cabo de cinco horas, mi Borji ha empezado a desesperarse. Él solito me ha escrito de nuevo.
Borja: ¿Vas a venir pronto?
Feli: Estás muy impaciente, Borji.
Borja: Felicia, es que no sé qué esperar…
Feli: ¿Felicia? Ay, Borji, tú y yo nos conocemos desde hace demasiado tiempo… tú puedes llamarme de otra forma.
No iba a perderme la fiesta de mi amiga por venir aquí, pero no me he parado a hacer la maleta. Quizás Borji no es el único que está ansioso esta noche.
—Borjiiiiiii, sé que puedes oírme… —insisto llegando a su puerta.
La abre él solito. Buen chico.
Viste un pijama conjuntado, porque quiere robarme el corazón. No estaba dormido, estaba esperándome. Y son casi las tres de la madrugada. Paso dentro de su piso sin esperar invitación. En la entrada, veo unas cajas que imagino que son lo que vengo a buscar, pero aún no voy a abrirlas.
—Ya era hora, Feli.
—¿Quién te ha dicho que me llames así?
—¿No me habías dicho que…?
Chasco la lengua varias veces en negación. Cojo su mentón mientras él me mira sin decir ni una palabra.
—Mis corderitos me llaman “ama”. ¿No te gustaría llamarme así?
Mi pobre Borji duda. Está confundido. Cuando no estás acostumbrado al peligro, impresiona abrir la puerta y encontrarte con una loba, supongo. Pero esta no es la primera vez que yo juego a esto. Y mantengo su mirada impasible. Aprieto un poco más su mandíbula cuando hace el ademán de negarse.
—S… Sí.
Meneo su cara de lado a lado.
—Sí, ama —se corrige.
—Eso es, corderito. Vamos a pasárnoslo muy bien esta noche si sigues portándote bien. Ahora sé un buen chico y espérame en tu cama. Tengo que prepararme.
Su expresión sigue siendo de pura confusión. Mi Borji. Pero hace exactamente lo que le pido.
Gata se dejó una selección muy interesante de juguetes que no llegó a usar nunca aquí. Y sería una pena que nadie la aprovechara.
Mientras abro las cajas buscando mis herramientas, casi puedo imaginarme a Borji muy quieto sobre su colchón pensando en qué está a punto de pasar. El miedo suena siempre a silencio y él está muy callado esta noche.
—¿Estás preparado, corderito? —le pregunto al entrar en la habitación armada con un arnés de cuero, mis cuerdas y un látigo.
—Feli… —me llama.
—Borji, ¿no te he ordenado ya que me llamaras de otro modo? ¿O acaso estás intentando provocarme… ?—dudo, dando golpes con el látigo en la palma de mi mano.
—Sí, mi ama.